Hay libros que no incomodan. Son bonitos, seguros, suaves. Dicen lo que se espera que digan y no hacen muchas olas. Y está bien. No todo libro tiene que sacudir.
Pero hay otros que sí. Esos que tocan temas difíciles, que tienen silencios raros, finales abiertos, preguntas sin respuesta y respuestas que generan más preguntas.
Esos libros que los niños miran con los ojos bien abiertos, mientras tú, adulta, piensas: “¿Y ahora qué digo?”
El mito del adulto que lo sabe todo
Muchos piensan que leer con niños es explicar, guiar, traducir. Pero a veces, leer con niños es quedarse en silencio. No saber qué decir. Aceptar que no tienes todas las respuestas. O incluso reconocer que ese libro te mueve cosas a ti que aún no sabes cómo nombrar.
Acompañar no es tener el control. Es estar ahí, sin huir. Y es también abrirse a la conversación, a mirar con otros ojos, a construir sentidos juntos.
Porque muchas veces, cuando tú dices “no entiendo esto que estoy viendo”, el niño sí lo entiende. Tal vez no con palabras académicas ni frases perfectas, pero desde su intuición, desde lo que ve en las ilustraciones, desde lo que ha vivido o sentido. El adulto, entonces, no es un maestro que baja conocimiento, sino un compañero de viaje que también está aprendiendo.
Leer juntos es eso: conversar en igualdad. Darle valor a lo que el otro observa, a lo que el otro siente. Romper con la jerarquía del “yo sé, tú escuchas” y abrir el espacio para que la lectura sea un terreno común, una construcción compartida.
Los libros que remueven… y por qué a veces los evitamos
A veces el tema es fuerte: muerte, migración, duelo, miedo, abandono. Otras veces no es el tema, es la forma. Un final que no cierra. Una imagen que inquieta. Una escena que no sabemos cómo explicar. Preguntas sin respuesta y respuestas que generan más preguntas.
Y entonces nos pasa lo más honesto del mundo: queremos cerrar el libro. Decir “esto no es para su edad”, “no va a entender”, “mejor otro día”.
Pero ahí, justo ahí, es donde empieza lo importante.
Leer sin explicarlo todo también es confiar
Y es cierto: hay libros que no buscan cerrar temas, sino abrirlos. Y quedarse contigo para siempre. Porque son los que te sacuden, te incomodan, y luego se quedan ahí, haciendo preguntas bajitas mientras tú sigues con tu día.
Por eso incomodan. Porque no lo explican todo. Porque confían en quien los lee.Y cuando un libro confía en su lector —sí, incluso si ese lector tiene cinco años—, le está diciendo: “Tú puedes pensar. Tú puedes sentir. No necesito darte la lección completa.”
En cambio, hay libros que lo dicen todo, que no dejan espacio, que bajan la voz y repiten para asegurarse de que el mensaje se entienda. Y a veces lo que hacen, sin querer, es subestimar. Como si la infancia no pudiera sostener un silencio, una duda, una idea propia.
Pero un lector que se detiene, que duda, que se queda pensando, no está fallando: está haciendo el trabajo más valioso de todos.
Eso lo sostiene también María Teresa Andruetto, quien ha dedicado su obra a pensar la literatura infantil desde lo literario y no desde la utilidad. Para ella, “lo complejo en la literatura no es un problema, sino una oportunidad”. Porque ese lector que duda, que se queda sin saber, está activo. Está en juego.
Los libros que dejan espacio, en cambio, respetan.Y por eso se sienten distintos.
Ellen Duthie, que ha trabajado durante años en el cruce entre filosofía y literatura para la infancia, habla de algo parecido. Ella dice que un buen libro no te dice qué pensar. Te sostiene mientras piensas. Y a veces eso es todo lo que necesitamos. Que el libro no cierre, no enseñe, no resuma, sino que simplemente nos acompañe en el pensar.
¿Y si lo sostenemos juntas?
No estás sola. Leer con niños no es un acto privado, es un acto colectivo. No tenemos que saberlo todo. Podemos acompañarnos. Conversar. Reírnos de no entender. Quedarnos pensando juntas. Preguntar: “¿y tú qué crees que pasó?”
En Leo Leo creemos que esos espacios existen, que los libros pueden abrirlos, y que leer también es compartir silencios.
Y sí, pronto volvemos con Juguemos a Pensar
🧠 Si este blog te removió o te hizo pensar en cómo acompañas la lectura… quédate cerca.
La nueva edición de Juguemos a Pensar llega este verano. Una oportunidad para leer distinto, conversar en comunidad y cuestionarlo todo — con libros, juegos y más preguntas que respuestas.
Justo como en los mejores libros.
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Comments (2)
Sí, y los adultos estamos tan ofuscados con filtrar lo que nuestros niños leen. La sobreexplicación es algo que el adulto necesita para evitar las conversaciones. Los que no queremos pausar… somos nosotros. Estamos tan convencidos de que la lectura es un LOGRO, que no podemos ver que lo más lindo de la lectura es el vínculo que, precisamente, las conversaciones de estos libros difíciles nos permiten.
Si, los libros que incomodan son los mejores porque te ponen a pensar. Creo que ahora se enfatiza demasiado la validación de lo que uno cree o lo que uno es, el deseo de verse. Tendrâ su lugar, pero los libros que inqietan son los que retan a pensar más allá de lo que ya sabes o crees saber. Allí se encuentran los diálogos más fructíferos y preguntas sin contestaciones faciles.